lunes, 26 de julio de 2010

Cómo empecé a escribir.


Tendría unos 7 años cuando empecé a aprender sobre qué calle vivía, qué calles estaban al norte y al sur...de la avenida Rivadavia, barrio de Flores. Bonorino, Bonifacio, Ramón Falcón, Camacuá...
_Papá: ¿Qué es Camacuá?_.
_El nombre de la calle en la que vivimos_.
_Sí, pero quién era Camacuá?_.
_Una batalla_.
_Y por qué hay calles que tienen nombres de persona?_.
_Son personas que hicieron algo muy importante_.
_Bueno, cuando yo me muera, quiero que alguna calle de este barrio tenga mi nombre. Qué tengo que hacer?_.
_Algo muy, muy importante. Liderar una guerra y ganarla. Ser presidente. Inventar algo. Escribir libros_.

Manos a la obra!
Para ser presidente tenía que ser militar y ganar guerras. Pero a mi papá no le gustaban las guerras ni los militares.
Como inventora del lápiz lanzaminas casero, ya me había frustrado. Además, a mi hermana no le había gustado demasiado eso de estar rompiéndole el compás y las biromes.
No me quedaba otra que escribir un libro.

Estuve casi una semana juntando todas las hojas de papel que encontraba por la casa. Hojas de resma, hojas de carpeta, hojas de cuaderno, hojas que sobraban de blocks de hojas y hasta me animé y arranqué algunas hojas del anotador Congreso que llevábamos a la escuela sólo para hacer las pruebas.
Cuando tuve una considerable cantidad de hojas las apilé. Con el cuchillo de mango negro(EL cuchillo!), mi papá hizo unos cortes en lo que sería el lomo de mi libro. Con el piolín que ataban las cajas de pizzas o los envoltorios de las pastas frescas de los domingos, hice una especie de costura de las hojas. Muuuucha plasticola y un trozo de tela.
Lo dejé secar un día. Cada tanto iba a comprobar que las hojas hayan quedado bien sujetas.
Ya estaba casi todo listo. Mi libro tenía cuerpo. Le faltaban tapas. Una caja de ravioles prolijamente cortada del tamaño exacto de todo ese rejunte de hojas, bien pegadas(también me ayudó papá), fue la tapa de mi primer libro.
No sé si mi hermana o mi mamá, o las dos, fueron las que me dijeron...¿GRIS? ¿La tapa de tu libro va a ser gris? Entonces con mis témperas pinté esos cartones.
Cuando ya estaba casi listo pensé que, con lo que me estaba costando, el trabajo que me llevaba y las colaboraciones familiares, iban a tener que cambiarle el nombre a la avenida Rivadavia.
Cuando las hojas estaban decididamente incrustradas en la tela, la tapa perfectamente pegada y, sobre todo, bien pintadita, tomé mi lapicera de tinta azul(la que usaba para la escuela), abrí el libro en su primera hoja y ahí empezó todo esto. Escribí:

MI ABUELO ES UN SEÑOR MUY ELEGANTE.

...y me fui a andar en bicicleta por la calle Bonifacio, porque en Rivadavia pasan muchos autos.

4 comentarios:

  1. A medida que avanza mi lectura, voy leyendo cada vez más rápido, torpeza que me hace volver atrás algunas líneas. Eso sólo me pasa cuando realmente la narración me atrapa. Espero ansiosa un libro suyo Doña jaja

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  2. Espere sentada,nomás. Ya escribí mi libro, ese, el de mi abuelo...pero no conseguí editorial.

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